En el norte de Teherán apenas hay gente en las calles. Los gatos escarban en la basura sin recoger y hay una fuerte presencia policial bajo el sonido constante de explosiones que acompaña el camino de quien se atreve a salir de su casa.
Así se ve el distrito 3 de la capital iraní tras cinco días de conflicto con Israel y después de que la zona fue bombardeada el lunes.
Los pocos transeúntes se cruzan miradas nerviosas, casi de sospecha. La mayoría carga alimentos, como una mujer mayor acompañada por un joven que empujaba una carrito de supermercado lleno de productos.
